MÍNGUEZ, CARMEN
Lidia nació sorda y se enamoró de las palabras.
Su cuarto estaba lleno de las más hermosas: mamá, papá, besos, juguetes, amor? Era curioso ver cómo las palabras cobraban vida en su habitación. Un día, por ejemplo, llegó con la palabra baúl bien grande y guardó allí algunas de las que ya no usaba.
Sin embargo, tantas coleccionó: cantamañanas, patatús, periquete, pereza, carcajada? que se metió en un montón de líos.
Cuando la conocí, arrastraba un gran castigo en mayúsculas para tirarlo al contenedor y yo, que era un gato callejero que no sabía leer ni escribir, ya no quise separarme de ella. Ahora, que ya casi he aprendido, quiero contaros su historia.